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No saber delegar mata nuestra productividad
Algunas de las personas más exitosas y poderosas llegaron hasta donde están gracias a su capacidad para dejar que otros se ocupen de sus tareas. Otras personas -muchas- se quedan atascadas y frustradas intentando hacer por sí mismos cada una de sus tareas sin aprender nunca el arte de delegar.
Tenemos que aprender a delegar.
Pero hay un problema. Delegar no es fácil porque implica dos cosas a las que los seres humanos nos resistimos con uñas y dientes: pedir ayuda y ceder el control. La actitud más natural, sobre todo para la gente más emprendedora, es la de “mejor lo hago yo”.
El problema de esta actitud es que limita nuestra capacidad para avanzar en nuestros proyectos hasta un punto en que los pone en peligro. Nadie es un experto en todo y muy pocos se pueden permitir trabajar sin plazos.
Un ejemplo extremo, si queremos construir una casa y nos encargamos de diseñarla, comprar los materiales y construirla con nuestras manos vamos a encontrarnos con que muchas cosas no las vamos a saber hacer y que, además, los plazos se van a dilatar tanto que los más probable es que la casa nunca llegue a levantarse. Aprender a delegar es crucial para hacer avanzar un proyecto hacia un desenlace exitoso.
A veces nos negamos a ceder el control de nuestras tareas porque nos parecen demasiado pequeñas como para delegarlas. Esto nos produce una acumulación de carga de trabajo en la que se mezclan distintas tareas con prioridades y complejidades distintas que derivan en un caos que, normalmente, termina en un cuadro de procrastinación aguda. Si tengo una montaña de tareas por delante, lo mejor es abrir Instagram y cotillear las vacaciones mis amigos.
No saber delegar mata nuestra productividad.
Así que vamos a repasar rápidamente las tres dimensiones que debemos dominar para delegar con efectividad:
Saber qué puedes delegar
- No puedes delegar ir al baño, no puedes delegar dormir o comer. No puedes delegar eso que es tu principal habilidad por la que la gente está dispuesta a pagarte. Una vez que identificas lo que no puedes delegar, será más fácil saber lo que sí puedes delegar. Por lo general, si algo está fuera de tu área de conocimiento y te va a llevar más de 2 minutos, es un buen candidato para que otra persona se ocupe.
Saber cómo delegar
- Ceder el control y pedir ayuda nos cuesta y es, por tanto, una habilidad que tendremos que adquirir y perfeccionar. Tenemos que saber explicar en qué consiste la tarea que estamos delegando y cuál es el resultado que estamos esperando para considerarla como completada. El nivel de detalle y la libertad que se le dé a la persona a la que se le encargue la tarea es algo que se aprende con el tiempo y la experiencia.
El acto de delegar
- Hemos decidido qué tareas vamos a delegar y cómo vamos a delegarlas, ahora es el momento de llevar a cabo el acto de delegar. Tírate a la piscina, te dará miedo al principio, pero pronto empezarás a ver que tu productividad se multiplica exponencialmente y que eres capaz de completar los proyectos más rápido y con un mayor nivel de calidad. Descubrirás que esa sensación frustrante de no haber avanzado en un proyecto después de un día frenético de trabajo es evitable.