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Es hora de aplicar el Principio de Babbage
Charles Babbage, el padre de la computación moderna, nunca imaginó que sus diseños de una máquina de calcular acabarían desencadenando, poco más de un siglo después, la mayor revolución tecnológica que el hombre ha conocido. Pero quizá tampoco imaginó que en pleno Siglo XXI los trabajadores seguirían perdiendo el tiempo en tareas rutinarias cuando podrían emplearlo en sacar el máximo rendimiento a sus habilidades.
Porque Babbage, además de un gran científico, era un estudioso de la productividad. En 1832, después de años de investigación sobre los procesos de producción de las factorías de la Inglaterra Victoriana, publicó el libro On the Economy of Machinery and Manufactures en el que introdujo el que desde entonces se llama “Principio de Babbage”.
Este principio podría resumirse así: en una sociedad basada en la compraventa de la fuerza de trabajo, repartir las tareas según la cualificación del trabajador abarata los costes y mejora el rendimiento. La solución que propone Babbage es tan sencilla como lógica, asignar tareas complejas a trabajadores cualificados y tareas sencillas a trabajadores menos cualificados.
Todos salen ganando, los trabajadores no pierden su tiempo y su paciencia desempeñando tareas que se les quedan pequeñas y el empresario/a aprovecha al máximo el tiempo de trabajo por el que está pagando.
El Principio de Babbage y el emprendimiento
Hagamos un flash-forward en el tiempo hasta hoy y veremos que el campo en el que el Principio de Babbage se aplica menos es el del emprendimiento. Los emprendedores de hoy en día son, por lo general, personas/orquesta que se ocupan de tareas tan diversas como buscar clientes, preparar ofertas, actualizar las redes sociales o llevar la contabilidad. Babbage se tiraría de los pelos.
¿Por qué se le paga a un ingeniero de software? ¿A un arquitecto? ¿A un escritor?
Por escribir código, por diseñar casas y por escribir textos. Y si lo hacen bien, se les paga muchísimo. Por lo tanto, todo el tiempo que pasen no haciendo aquello en lo que son buenos es dinero perdido. El tiempo es oro si lo dedicamos a aquello en lo que realmente somos buenos, pero no es más que hojalata si lo dedicamos a actividades que ni sabemos ni queremos hacer.
Babbage sería tal vez un emprendedor hoy. Si a mediados del Siglo XIX logró crear el primer diseño de un ordenador, su mente privilegiada podría llevarle hoy a alcanzar hitos que no logramos imaginar. Lo que sí es seguro es que no se pararía ni un instante a rellenar formularios de impuestos o a cuadrar reuniones con inversores. Tendría a alguien que lo haría por él para liberar su tiempo y sacarle el máximo partido.
Ya han pasado 187 años desde que se enunciase el Principio de Babbage y va siendo hora de que lo apliquemos.
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